Por Bruce Sánchez
La geopolítica constituye, sin duda, una de las disciplinas integradoras de las diferentes dimensiones de las ciencias geográficas que más ha servido a la política para la toma de decisiones estatales en materia de política exterior e interior.
Se ha considerado, en muchas ocasiones, que la geopolítica es una disciplina inherente a la época moderna. Pero esto no es cierto ni en un sentido histórico ni en un sentido político. En la historia humana sobran ejemplos que demuestran, empíricamente, que la ciencia geopolítica se remonta a la antigüedad clásica, cuando los Estados e imperios adquieren conciencia geográfica de sí mismos y son capaces de comprender los efectos políticos de la relación existente entre los vínculos espaciales, y el desarrollo y proyección del poder por parte de unidades políticas independientes o soberanas. En este sentido, ni los Estados antiguos, ni los premodernos, ni mucho menos los Estados modernos, se han desarrollado al margen de su propia conciencia espacial, geográfica y geopolítica.
Todas las sociedades políticas, se encontrasen en el proceso histórico que se encontrasen (de formación, de desarrollo o de consolidación de sus Estados), han tenido conciencia del espacio geográfico que ocupaban y del espacio y tiempo que comparten con otras sociedades y, en consecuencia, han desarrollado impresiones más o menos objetivas de las posibilidades, fortalezas y debilidades que las relaciones espaciales del territorio representaban para su desarrollo, integridad e independencia política.
A día de hoy nada ha cambiado: el hombre y las sociedades sigue viviendo y desarrollándose en espacios físicos tangibles. Se alimenta, se reproduce y muere en un espacio geográfico con unas características determinadas. Las teorías vagas sobre la a-territorialidad del Estado que abundan hoy entre buena parte de la clase política e intelectual no dejan de ser un nuevo pero simple mito, que casi siempre esconde una intencionalidad política perversa que, ojo, no es más que otra expresión clara de geopolítica pura.
La importancia y la preponderancia de la ciencia geopolítica en nuestros días es más que evidente, no solo con todo lo anunciado ya en este artículo, si no que se hace palpable y material en la vida política y social de las diferentes naciones. La mala praxis, por desconocimiento o abandono, así como la negación de la importancia de la geopolítica, tiene consecuencias terribles para aquellos Estados que desean formarse, desarrollarse o sobrevivir en el mundo globalizado. La cesión de parte o de toda la soberanía de los Estados a otros o a organizaciones transnacionales es ya una realidad que explica gran parte de la situación geopolítica que viven algunos países, entre ellos el nuestro, como analizaremos más tarde.
El concepto de Geopolítica. ¿Cómo la entendemos? Principios fundamentales de la Geopolítica.
Antes de intentar llevar a cabo una definición precisa de la geopolítica debemos establecer, como punto de partida y base del concepto, que la política interna y externa de las diferentes naciones y Estados está relacionada con el efecto que los distintos espacios e interdependencias de la geografía desempeñan sobre el desarrollo de la sociedad, cuya voluntad política constituye la base del poder político representado en el Estado.
La geopolítica se entiende hoy principalmente como la disciplina que estudia cómo se dispone del espacio y qué impacto tiene este desde un punto de vista político, ya sea por parte de un Estado u otra entidad política.
Sin embargo, la cuestión para acotar y definir de forma precisa el concepto de geopolítica ha suscitado numerosos debates y enfrentamientos, hasta el punto de no tener una definición exacta y universal del mismo. No obstante, el concepto de geopolítica tal y como lo definimos en este artículo, siendo este concepto el más aceptado de forma general, nace de las nociones de geopolítica que llevan a cabo Rudolf Kjellén, Karl Hausfoer y Hans Weigert, entre otros. Desde órbitas políticas diferenciadas, estos autores, e insistimos, no solo ellos, consiguen postular la geopolítica como la ciencia que se estudia hoy en día de forma imperante.
La geopolítica para Kjellén se entendería como la política y los factores de la geografía del Estado. Es decir, la política sería la variable dependiente que varía en función de los factores geográficos de un Estado determinado, estableciendo así sus condicionantes geopolíticos.
El concepto de geopolítica de Hausfoer y Weigert (cercanos al nacionalsocialismo) es de sobra conocido, la llamada Geopolitik. Ambos siguen con su teoría la misma línea política de la geografía del Estado, más concretamente del suelo y la tierra a la que se circunscribe dicho Estado. Se entendió como la lucha a vida o muerte de los organismos estatales por el espacio y la tierra (recordemos el concepto nazi de Lebensraum:la importancia de la relación entre espacio y población, asegurando que la existencia de un Estado quedaba garantizada cuando dispusiera del suficiente espacio para atender a las necesidades del mismo).
10 principios básicos para entender la geopolítica.
Como ya hemos comentado anteriormente, la geopolítica podría entenderse como la disciplina que estudia cómo se dispone del espacio y qué impacto tiene este desde un punto de vista político. La geopolítica clásica, de la cual nos estamos ocupando con las definiciones y acotamientos que le hemos otorgado, se asienta sobre dos principios básicos y fundamentales para entender la misma: espacio y poder. Además, desde un punto de vista más técnico, se ve regida por otros ocho principios fundamentales. Todos ellos formarían los que hemos denominado los “10 principios básicos para entender la geopolítica”.
1. El espacio circundante en que vive el Estado, que influye directamente en la vida y evolución del mismo, constituye su base física e inseparable de su existencia.
2. El “poder” no como un concepto puro o aislado, sino como expresión espacial, es decir, incluyendo el espacio donde se desarrolla su potencia, el espacio geográfico.
3. Principio de causalidad: ¿Por qué? Todos los hechos geopolíticos no se aplican por sí mismos o en sí mismos, sino que obedecen a condicionantes provenientes del mundo físico, humano. En geopolítica debemos estudiar la causalidad por conexión o por vinculación. Por conexión el hecho geopolítico que sea puede tener causas lejanas en el tiempo (una pérdida de territorio, por ejemplo) y estar o no conectado a distintos hechos en el momento en que se produce. Pero en el caso de la vinculación, esta siempre es lineal y de respuesta causa-efecto, como puede ser el caso de la presión demográfica o la inmigración europea a América.
4. Principio de observación: ¿Qué? Qué, cómo, cuándo y dónde va a suceder un evento de carácter geopolítico. La observación debe ser totalizadora, cubriendo las causas, los inicios, el proceso y la predicción del desenlace. Ojo, no todos los fenómenos geopolíticos se verifican a simple vista, ni es posible dilucidar si serán o no trascendentes, más que por la observación activa. Existen cantidad de sucesos geopolíticos simultáneos, y solo unos pocos son verdaderamente significativos.
5. Principio de localización: ¿Dónde? Indudablemente esta localización obedece a factores vinculados o relaciones con su apoyo terrestre. Pero la localización geopolítica no suele ser puntual, sino que, los fenómenos se distribuyen territorialmente de forma simultánea. Por tanto, el problema no solo radica en responder a la pregunta “¿dónde?” sino también ser capaces de dar respuesta al interrogante “¿hasta dónde?”.
6. Principio de unidad: ¿Con quién? ¿Con qué? En el caso de las dos guerras mundiales podemos observar perfectamente este principio, con sus alianzas, enfrentamientos y conflictos económicos, patrióticos o ideológicos. Todos los fenómenos geopolíticos tienden a vincularse entre sí, de manera que tienden a alcanzar la totalidad de la superficie terrestre, aunque partan de circunstancias distintas. Cada vez está menos presente el azar y más la intencionalidad.
7. Principio de superposición y asimetría: En cuanto a la superposición los hechos geopolíticos no aparecen por la acción aislada de un factor sino por la superposición e interrelación de varias de ellas. La asimetría nos indica como los hechos geopolíticos no aparecen localizados en la superficie terrestre con la misma intensidad o frecuencia, lo que nos permite aislarlos y analizarlos.
8. Principio de comparación: Este principio nos indica la necesidad de examinar otros sucesos similares en el tiempo o el espacio, sus causas y efectos, a fin de extraer conclusiones, y evitar cometer errores similares.
9. Principio de cambio: Con este principio observamos que los eventos de carácter político están sujetos a constante transformación, que no se repiten con las mismas características e intensidad y que deben ser estudiados como hechos activos y mutables, no estáticos.
- Principio de síntesis: Nos indica que todos los eventos se integran en un ámbito geográfico y que, cuando dentro de él actúa el “hombre político” el resultado final será siempre una estructura geopolítica ordenada y con unicidad, sea del tipo que sea.
España y Geopolítica. ¿Dónde estamos? ¿Hacia dónde vamos?
En este punto, y para concluir nuestro artículo, queremos indagar de forma sucinta en la situación geopolítica en la que se encuentra nuestra nación.
España es un claro ejemplo de lo comentado anteriormente: cesión de gran parte de la soberanía a organizaciones transnacionales, muchas de ellas ni siquiera políticas en el sentido estricto de la palabra, han mermado nuestra capacidad para incidir en nuestras propias políticas internas y externas. La dependencia y sumisión de nuestro país a todo tipo de organizaciones no-soberanas, véase OTAN, Unión Europea, Banco Mundial o Fondo Monetario Internacional entre otros, suponen el abandono y la negación de la capacidad de influencia geopolítica de nuestro país. No cabe duda de que los conceptos de soberanía nacional y poder geopolítico están intrínsecamente unidos. Sin soberanía no hay influencia geopolítica alguna.
¿Qué rumbo geopolítico puede llevar o imponer nuestro país? La respuesta es sencilla: ninguno. Sin soberanía política, económica o militar, ninguno. España no cuenta con un espacio propio en el mundo de la geopolítica ni en las decisiones de esta. España está unida de forma terrible a las decisiones políticas de las organizaciones a las que pertenece, sobre todo Unión Europea y OTAN, las organizaciones que dirigen de forma forzada el rumbo de España en materia geopolítica. Ofrecer para nuestro país un rumbo definido en este aspecto no es más que una quimera si no se aborda y se propone de forma sine qua non el abandono del país de las organizaciones ya mencionadas. Si nuestra soberanía está secuestrada, nuestra capacidad de influencia geopolítica también lo estará.
El problema para España, y lo más preocupante, es que si toda esta situación narrada no ocurriera, nuestro país tendría una capacidad de influencia y un poder geopolítico relativamente importante. La importancia de España a nivel geopolítico no es baladí. No solo por nuestro enclave geográfico privilegiado, entrada y control del Mediterráneo y del Atlántico Norte, así como ser puerta de conexión entre Europa y África, si no también y sobre todo por nuestra lengua, nuestro idioma común con más de 500 millones de personas al otro lado del océano. Sin olvidar otros aspectos en los que nuestro país destacaría y por los que tendría también cierto peso en el mundo: ciertos recursos naturales (sobre todo alimenticios), cierto poderío de algunas industrias importantes… etc.
Sin duda el problema radica en nuestra dependencia (ficticia en la mayoría de aspectos) de otros países u organismos internacionales que, a su vez, nos aportan poco o nada, ya sea a nivel político, económico o geopolítico. No solo hay que recuperar nuestra soberanía para construir una estrategia geopolítico propia, si no que una vez conseguido esto, hay que reorientar nuestra mirada hacia otro lado del mundo.
El cambio de paradigma. ¿Hacia dónde debemos mirar?
La crisis del coronavirus ha acabado por dejar entrever definitivamente las fisuras que el mundo unipolar está sufriendo, con Estados Unidos a la cabeza. Esta situación a nivel geopolítico podría cambiarlo todo.
Otros países y potencias han mostrado una imagen impecable durante la crisis pandémica, entre ellos sobre todo Rusia y China. Una imagen de ayuda, de cooperación y de hermanamiento que nuestros aliados no han mostrado ni de lejos.
El envío de China de ayuda humanitaria e incluso de personal sanitario especializado a los países más afectados a inicios de la pandemia, principalmente España e Italia, son una clara muestra de ello. Cuestión que nunca deberíamos olvidar: quién nos ayudó y quién nos abandonó, quiénes son nuestros verdaderos amigos, y quiénes los enemigos reales.
En definitiva, el mito de Europa se derrumba, y el mundo unipolar liderado por Estados Unidos puede estar herido de muerte. Es quizás el momento de la alternativa geopolítica. Empezar a apoyarnos en los bloques alternativos, aquellos países que como Rusia y China plantan cara al bloque unipolar dominante. Sin olvidar, por supuesto, a la que debe ser base de la estrategia y acción geopolítica de España en el caso de que ese momento se produzca: Hispanoamérica. La construcción de un paniberismo frente a Europa y los demás enemigos geopolíticos realmente existentes de España será un paso fundamental y clave en este aspecto, y es una maniobra geopolítica y una estrategia que España deberá afrontar y liderar. Es decir, la construcción de una alternativa geopolítica frente a la globalización capitalista y angloparlante: un paniberismo asentado sobre la lengua común, donde se integren también los países de habla portuguesa (iberofonía).
Si Europa y el bloque geopolítico dominante es el problema, España y el paniberismo serán la solución.