Después de haber leído Feria de Ana Iris Simón no podía no pronunciarme sobre el reciente ruido mediático que han generado sus palabras ante Pedro Sánchez en la pasada reunión sobre el proyecto España 2050.
En primer lugar rogaría a todo aquel que esté opinando sobre el mismo que se lea Feria, observe los postulados de Ana Iris y luego opine, porque si algo se puede sacar en claro de la gran mayoría de críticas que están recibiendo sus escasos 4 minutos de intervención es que se está sacando totalmente de contexto lo que expone en su libro.
Posteriormente, y ya entrando en materia, creo que el gran acierto de Ana Iris, y lo que en realidad está escociendo a ambos lados del hemisferio político es haber señalado que los postulados ideológicos de los que la tachan de “carlista, falangista y lepenista” (Maestres) y los que se preguntan si están escuchando a Monereo, Le pen o Verstrynge (Garicanos) no están tan alejados, y, como diría ella, se encuentran en el mismo punto de la vertiente antropológica del gráfico de Nolan, el liberal.
El que escribe estas líneas vive en un pueblo del sur de Madrid y tiene la suerte de militar en una organización donde hay gente que proviene de lugares tan dispares como la FEJONS, la UJCE o la CJC, e incluso gente que no tiene militancia política previa, y si, también está hasta los coj… de que cada vez que critica las coordenadas ideológicas que impone la posmodernidad le tachen de “rojipardo”. Como señaló Guillermo del Valle hace poco “Seamos serios y dejémonos de cancelaciones gruesas”.
Los debates sobre si la plusvalía tiene que recaer en el sindicato, en el propio obrero o ser gestionada por el Estado son muy interesantes, discutir sobre la existencia de Dios y su sustitución por el ocio en las sociedades posindustriales o hablar sobre si Marx tenía razón cuando argumentaba que España era un despotismo oriental o si solo no comprendió, como si hizo Bueno, que su peculiaridad radica en haber sido un Imperio antes que una Nación política es algo acojonante para ser un grupo de chavales entre los 20 y los 30 años, pero seamos serios, a mis convecinos todo eso les importa una mierda.
Nota: Esto puede sorprender a los Maestres, pero no, la diferencia entre lo que él califica de “izquierda” (sin definir) y de “Lepenismo” (sin definir) no radica en la inmigración. Al igual que sostener que Ledesma es uno de los pocos que entiende La Mancha, y de una forma preciosa, en El Quijote y nuestro tiempo no es lo mismo que suscribir Discurso a las Juventudes de España.
La cosa está en que todos, pensemos como pensemos que se tiene que distribuir la plusvalía o creamos o no creamos en Dios, estamos en las mismas: desconformes con el futuro de precariedad laboral, habitacional y afectiva que nos depara este sistema, cansados de que cualquier postura sobre el necesario control del Estado de los flujos migratorios, en realidad cualquier postura que no sea el nihilismo frente a la inmigración, sea tildada de racista y muy hastiados de que defender, desde coordenadas materialistas, que no somos seres que surjan por generación espontánea ajenos a lo que nos rodea y que podamos autodeterminarnos en todos y cada uno de los aspectos de nuestra vida sea tildado de fascista.
Y no, señores Maestres y Garicanos, que les veo venir, no somos racistas ni fascistas, la vida es un poco más complicada que eso, tenemos militantes, parejas y amigos inmigrantes, y otros muchos amigos emigrantes y creemos que cualquier teoría que defienda la superioridad/inferioridad racial es una soberana gilipollez. La cosa está en que sabemos lo que es emigrar, y no lo hicimos por voluntad, y también conocemos de primera mano lo que es vivir en esos pueblos pobres de los que solo os acordáis en periodo electoral y donde se concentran todos esos inmigrantes con unas condiciones materiales paupérrimas que, junto con nosotros, cogen la C3/C4 todas las mañanas para ir a currar al centro. La culpa de sus condiciones materiales no es suya, ni les criminalizamos por ella, pero la concentración de todas esas personas en una misma área geográfica, ya deprimida previamente y, encima, sin ningún tipo de integración social ni cultural supone tensiones, crea ghettos, y ante estas callarse, alabar el multiculturalismo y/o tildar de racista a todo el que señale este problema lo único que consigue es que VOX llene plazas o que en pueblos donde el PSOE o IU arrasaban hace 20 años ahora el partido más votado sea el PP.
Su problema, señores Maestres, es que han dejado en manos de la derecha el discurso material y en los pueblos obreros con las cosas del comer no se juega, los derechos a ser fluidos lo mismo cuelan entre los universitarios de los que se rodean pero no aquí, y su problema, señores Garicanos, es que les suda las narices lo que les pase a los obreros de estos pueblos y utilizan la bandera de la Patria para tapar sus privilegios de clase.
Dicho esto solo puedo decir que Feria es un libro increíble, y muy ameno, que refleja a la perfección lo que fue (y es) vivir a caballo entre el sur de Madrid y Toledo para los niños de los 90. Los que crecimos queriendo ser modernos «subiendo a Madrid» en la C4 o la C3, pero que tras muchos viajes, por la A4, la A42 o la de los Viñedos, contemplando la Mancha en todo su esplendor por la ventanilla, no podemos no emocionarnos con Campos de Castilla. Los que no olvidamos que tuvimos bisabuelos exiliados o encarcelados por querer una distribución material justa, pero no por ello, y por aspirar nosotros también a esta redistribución, renunciamos a nuestra Patria, a nuestra comunidad o a nuestra familia, porque es nuestra porque fue suya, y renunciar a ella sería renunciar a ellos. Los que, siendo pioneros en eso de ir a la universidad, compramos el discurso a hunos y a hotros sobre como progresar en la vida y que ahora solo queremos tener lo que tenían nuestros padres, una casa, un trabajo, una familia… en definitiva, raíces, algo sólido.
Mis mejores deseos con este libro para la valiente Ana Iris Simón, que, como decía Ramiro, no está loca, sino doblemente cuerda, primero por ver a los gigantes y segundo por lanzarse contra ellos. Gracias de verdad.