Antonio R.M.
La defensa de la vida desde el momento de la concepción es tarea
de los revolucionarios, de quienes aspiran a la construcción de
una sociedad más justa, más comunitaria, de quienes aspiran a
construir la vía al socialismo entendido como modelo de sociedad
donde el bien colectivo prima sobre los intereses particulares.
Resulta impactante el cinismo con el que se manipula el lenguaje, cómo pasamos a considerar «derecho» algo que por su lógica jurídica es un delito ya que cuando se habla de aborto o de su regulación se trata de modificar o, si se quiere, poner excepciones a un tipo delictivo, conducta ilícita, que es penada por ley. En este caso recogido en los artículos 144-146 del código penal (español). Se trata de la defensa de un bien jurídico que sufre menoscabo con tal conducta. En tal caso hablamos de la vida del nasciturus, el cual cada vez sufre más ataques por parte de los ordenamientos jurídicos más “actualizados”, e incluso existen quienes lo plantean como un derecho humano. Una aberración increíble si de lo que se trata es de defender la vida del ser humano que es la base de cualquier sociedad, si no se protege y se le da un valor en sí mismo caeremos en el error de disponer de los seres humanos como si fuésemos animales de ganado , es decir, sería una de las muchas acciones llevadas a cabo para degenerar la sociedad política formada por hombres y mujeres libres e iguales en ganado: un proceso de “pecuarización”.
Desde las coordenadas del materialismo filosófico, Gustavo Bueno hizo una muy buena precisión en cuanto a la consideración del cigoto como origen de la vida humana, criticando cualquier intromisión metafísica a tal consideración que hoy se repite aunque tenga un origen desde el otro lado de la acera: unos –en el “oscurantista” pasado medieval– consideraban el origen desde una concepción divina o de supuesta acción de infundir el alma; otros, hoy en día, bajo el pretexto de criticar la religión o cualquier valor “retrógrado” con base de un discurso pseudo científico donde se sitúan en la misma posición arbitraria con respecto a la definición de vida en el ser humano y, para más inri, ésta cambiaría en función de lo que podamos disponer de ella. Gustavo Bueno expuso lo siguiente:
“El nuevo cigoto (que es ya, desde luego, una célula individualizada), es el origen de un largo proceso ontogenético del cual habrán de surgir nuevos individuos (los infantes y luego los adultos, en sentido reproductivo). Desde este punto de vista carece de sentido «descender» de escala a la consideración de los múltiples incidentes, muchas veces aleatorios, capaces de interrumpir el proceso continuo de la transformación. Del cigoto, y sólo del cigoto procede el germen, el embrión, el feto y el infante, en una línea de continuidad celular plena (es decir, sin solución de continuidad); por tanto es irrelevante que, en un momento dado, por ejemplo, en los catorce días (contados a partir del momento de la fusión de los pronúcleos) se produzca una bifurcación de individuos, si tal bifurcación no afecta a la continuidad longitudinal ontogenética individual de los individuos generados (continuidad longitudinal, como hemos dicho, compatible con la discontinuidad transversal total de los individuos generados, en el caso de los gemelos monocigóticos, o parcial en el caso de los siameses).
Es procedente una definición racional del concepto de la vida y una oportuna defensa como derecho que toda sociedad política debería blindar desde el momento de su concepción. Dicha consideración la tiene presente el Pacto de San José en su art. 4 diciendo que es un derecho que tiene que estar protegido desde el momento de la concepción, a diferencia del sistema europeo de derechos humanos que muestra quizá el reflejo de la frialdad de Europa cuando no fija un posicionamiento claro –y mucho menos está dispuesta a mojarse por defender el derecho a una vida digna–. Si una sociedad no protege la vida como un valor superior, está condenada al suicidio demográfico, un suicidio que en España hace mella cuando propagan en nombre del “progresismo” discursos ideológicos que hablan de salud reproductiva, de derecho a decidir… cuando en el fondo traen una cultura de la muerte, de la precarización juvenil, la infantilización de la propia juventud a la que se les induce con una cultura del ocio a ser eternos adolescentes, donde en los periódicos –medios de propaganda de la clase dominante– se transmite el mensaje de que tener hijos es algo muy tedioso; ¡tener dos hijos es ya para echarse a correr! ¡Algo que te quita la vida!… qué ironía. Es síntoma de que algo no va bien cuando, según datos del Ministerio de Sanidad, había subido la cifra de abortos, mostrando que 99.149 mujeres abortaron en 2019. Un «derecho a decidir» que enriquece a empresarios facturándoles 50 millones de euros anuales, y cuanto más libre es el aborto –es decir, más avanzado en el tiempo de gestación– mayor es su precio, no se nos olvide. Habrá quienes señalen la existencia de casos puntuales para justificar el aborto, pero en dichas circunstancias no se puede hablar de una situación favorable, sino de un mal necesario. En ninguno de los casos supone un progreso, en todo caso, un drama para quien lo sufre: la mujer.
Mujer que es defendida por esas asociaciones provida como Red Madre o Proyecto Raquel y tantas otras que forman parte de la Federación de asociaciones provida que son quienes de verdad dan la cara y ayudan a personas desfavorecida lejos de los tópicos de los proabortistas, los cuales se empeñan en vender que ser provida es una posición de católicos agriados y desfasados que a la hora de la verdad no miran por una calidad de vida. Mienten, son estas las asociaciones que luchan porque ellas puedan mantener a un hijo; les presta la asistencia que estos gobiernos “progresistas” no les prestan; que estos gobiernos de derechas tampoco han defendido. Dichas asociaciones a las que quiere perseguir la propuesta de ley del PSOE con el objetivo de criminalizarlas. Son acusadas de acosar mujeres por “inmiscuirse en su vida privada” , la dama de Galapagar, ministra de igualdad, habla incluso de crear espacios seguros, en lugar de proteger la vida de los más débiles, ¿cuándo tienen pensado proteger la vida de la minoría de los no nacidos? Sí, digo minoría porque cada vez los exterminan a mayores cantidades, mientras por el otro lado hacen una llamada a que vengan personas inmigrantes (seducidos por el falso sueño del primer mundo, cuyos oligarcas han provocado fuertes conflictos imperialistas en sus países o son permisivos con sus corruptos y tiranos dirigentes políticos) para nutrir las exigencias de las patronales y la gran burguesía de pauperizar el marco laboral autóctono; siendo dichas patronales buenas aliadas de la clase política de las naciones de esa población inmigrante, que escapan de los peores contextos sociales imaginables.
Solo se oyen gritos de silencio, como aquel documental protagonizado por aquel converso que fue rey de los abortos, Bernard Nathanson. Esconder el drama del aborto, con los contextos traumáticos en donde se suelen desarrollar cada caso bajo la bandera del empoderamiento de la mujer, es ser un impresentable; es aceptar como pan de cada día la miseria en la vida de la mujer. Se le está diciendo “vive con ello”, es decir, con la precariedad, con el posible rechazo de tu familia, con el trauma de una violación en el peor de los casos, «que ya te dejamos que te esterilices de la manera más violenta» con tal de poner un parche –que es en realidad un generador de momentos traumáticos y desoladores– de insensibilización al institucionalizar que una mujer parta de una situación de verdadera opresión.
¿Cuántos abortos se reducirían si existiesen las condiciones favorables para dar a luz? La defensa de la vida desde el momento de la concepción es tarea de los revolucionarios, de quienes aspiran a la construcción de una sociedad más justa, más comunitaria, a quienes aspiran a construir la vía al socialismo entendido como modelo de sociedad donde el bien colectivo prima sobre los intereses particulares, donde la persona por el hecho de tener esa cualidad es defendida y tenga derecho a participar de los frutos de su trabajo y de ser parte de una comunidad, de una familia fuerte que pueda mantenerla y donde desarrollarse, que tenga patria. Defender la patria es defender a los que están y los que están en desarrollo de venir para mantenerla, contra cualquier “cultura del descarte” como dijo el Papa Francisco –con quien se puede comulgar o no, dependiendo de las convicciones pero sin duda alguna acierta– que “en realidad, una sociedad merece la calificación de «civil» si desarrolla anticuerpos contra la cultura del descarte; si reconoce el valor intangible de la vida humana; si la solidaridad es activamente practicada y salvaguardada como fundamento de la convivencia”.
Sin derecho a la vida no hay sociedad que se mantenga, también desde el socialismo del siglo XXI se defendió arduamente desde Hugo Chavez a Evo Morales que lo calificó como delito. Otros como el expresidente de Ecuador, Rafael Correa, más moderado quizá (o menos demonizado por occidente) pero siguiendo en la línea de hombre de izquierdas llego a declarar: “¿Dónde se habla de despenalizar el aborto? Por el contrario, la Constitución dice defender la vida desde la concepción”, «(…) si siguen estas traiciones y deslealtades, y si mañana se evidencia algo, muy lamentable, que está ocurriendo en el bloque oficialista de Alianza País, yo presentaré mi renuncia al cargo”.
Es la línea de quien de verdad aspira a un pueblo libre y no lacayo de la ideología posmoderna, individualista, disgregadora. Principios para combatir la agenda globalista, enemiga de las patrias del mundo. No se trata de una simple postura moral como dirían algunos juristas cobardes que no merecen ser llamados como tal, sino de defender la realidad de las propias cosas. La vida humana independiente del padre y de la madre, ya que cuenta con una individualidad, con un ADN distinto de sus progenitores. Es una cuestión de ciencia, como decía el gran Fernando García Molina, cofundador de esta revista quien sí creía en el derecho a la vida y no precisamente adherido a una concepción moralista (ya que era fervientemente ateo y especialmente enemigo de los dogmas): «Desde que se produce la concepción hay un nuevo ser humano, eso es un hecho, en todo caso lo que puedes plantear es si es legitimo matarlo o no». Era su estilo, el de llamar a las cosas por su nombre y nunca edulcorar la propia realidad para encubrir discursos ideológicos.
Entonces, volviendo al padre del materialismo filosófico: «(…) Una vez constituido el individuo (germinal o embrionario) que va a evolucionar en continuidad teleológica (no necesaria y determinista, sino a través de contingencias y desviaciones casi siempre equifinales) hacia el individuo adulto, puede afirmarse que es enteramente arbitrario establecer cortes significativos en este proceso teleológico continuo. Cortes fundados casi siempre en motivaciones confusas, y en ocasiones puramente gremiales o ideológicas (el cardiólogo tomará como criterio de corte la formación del corazón –antes de esta formación la criatura, dirá, no es aún humana–, el neurólogo tomará como criterio de corte la aparición de terminaciones nerviosas –un criterio que además se refuerza, por no decir que se inspira, en la concepción espiritualista del hombre como ser pensante o sintiente–)”.
Según esto, la ley aplica la metafísica de los cambios cualitativos a una cantidad de vida determinada, a una situación en la que lo que cambia no es la cantidad, sino la sustancia (puesto que la ley presupone que el «cambio cualitativo» que se produciría al alcanzar la cantidad de la semana catorce, supone el paso de una vida que aún no es humana, y por ello el aborto antes de la semana catorce no es un homicidio, sino un simple derecho otorgado a la mujer que «interrumpe voluntariamente» su embarazo) a una vida que ya se considera humana. Porque no es probable que los legisladores hubieran sobreentendido sus «cambios cualitativos» como cambios en la «calidad de vida», por ejemplo, como cambios de una calidad de vida mala en la que «decae la premisa que hace de la vida prenatal un bien jurídico» a una calidad de vida más satisfactoria . Por eso es denigrante y contraria al socialismo la agenda de este supuesto gobierno progresista que aprueba leyes de eutanasia. Descartan a los más mayores o los que consideran inútiles o improductivos, o cuando pretenden perpetuar el aborto persiguiendo despóticamente en nombre de la libertad a quienes están dispuestos a ayudar mujeres y darles información sobre la realidad del aborto; información que ayuda a que se forme una decisión verdaderamente libre en la mujer que se plantea abortar.
Resulta ambiguo que sectores de derecha conservadora clamen contra el aborto y sigan la estela de políticas que fomentan un sistema económico injusto que solo mira por la productividad y la eficiencia a cualquier coste. Sean «izquierdas» o «derechas» en el furor de la noche oscura del neoliberalismo y la posmodernidad, todos los gatos son pardos si se trata de seguir el modelo de «sociedad abierta” popperiana con la atomización de la sociedad y cumplir la agenda 2030.
Nosotros somos enemigos de ese mundo y nos negamos a tragarnos su discurso de aceptación de un genocidio. Llamamos a la organización activa contra estos ataques al sentido común con una militancia combativa, porque la defensa de la vida es el pilar de toda civilización.