La entrevista que leeréis a continuación fue realizada a nuestro director Jose J. Cuevas Muela por J. Rosán para el portal “La Dialéctica Nacional” en noviembre de 2019. Hemos querido recuperarla debido a que en ella se expone nuestra base ideológica y abordamos cuestiones de actualidad que aún hoy persisten en el contexto político nacional e internacional.
José J. Cuevas Muela es un granadino de 24 años, director de la revista Vértice, miembro de la Comunidad Política Vértice, colaborador del boletín mensual LIBERTAD y trabajador no cualificado del sector servicios. Militante político desde los 15 años.
La revista Vértice es una publicación de la Comunidad Política Vértice, ¿qué es la Comunidad Política Vértice? ¿Qué función tiene la revista Vértice dentro de dicha comunidad?
Comunidad Política Vértice (CPV), como plataforma de acción política, es un espacio de difusión de ideas dentro del marco político soberanista hispánico, socialista y democrático en un radio ideológico que conecta con nuestros 10 puntos principales que abren la posibilidad de buscar, encontrar e integrar a un gran abanico de personas con un pensamiento político antagónico al hegemónico neoliberal y a su infraestructura (las fuerzas productivas de la sociedad) que condiciona la construcción, funcionamiento y modo de la superestructura (política, costumbres, ideas o creencias establecidas). Es la herramienta bajo la que se debe reconfigurar la política desde la base de la sociedad (asambleas sindicales, vecinales, municipales, locales..) que da paso a otras formas de creación de pensamiento con intención de materializarse. Vértice es la heterogeneidad con aspiración a homogeneizarse tras sufrir procesos de radicalización de nuestras posturas en nuestros militantes e interesados para poder tener una coordinación y línea de acción política más unificada y uniformada.
La revista Vértice es de contenido variado (Historia, Filosofía, Sociología, Literatura, Arte, Ciencias Políticas, Ciencias Económicas, Derecho..) y su función principal es proporcionar munición a los miembros de la Comunidad Vértice para el debate de ideas y fundamentar nuestras propuestas. Herramienta esencial para formar cuadros activistas en un discurso riguroso y fundamentado; informarcon cierta profundidad sobre temáticas que están en el debate social actual y organizarmediante la conexión de cuadros para que se trabaje con esquemas homogéneos y métodos de análisis similares. Cada número de la revista contiene un Dossier, donde se trata un tema monográfico en profundidad y desde diferentes ángulos, que permitan armar de argumentos serios, rigurosos y presentables sobre los temas más polémicos a los cuadros militantes y a los simpatizantes. Es una herramienta abierta donde cualquier persona puede colaborar sin otro límite que los 10 principios de la Comunidad Política Vértice y el rigor exigible.
Dentro de los 10 puntos fundacionales encontramos la defensa de la soberanía en sus diferentes formas (política, económica, militar, informativa y cultural). Dentro de los nuevos partidos llamados ‘‘populistas’’, existe la defensa de la soberanía como punto nodal de su narrativa, ¿qué es realmente la soberanía? ¿Puede existir soberanía nacional sin soberanía económica?
Ese concepto está siendo tan usado que está perdiendo su sentido. Recuerda a otro como ‘patria’, despojado de su ubicación real para ser la muñeca de trapo de todo el arco parlamentario. Digamos que, dependiendo de la coyuntura histórica, los conceptos cobran más o menos sentido y se moldean a gusto del partido político que los usa para darle una utilidad hegemónico-política. En el siglo anterior, durante la Guerra Fría, era el concepto comunismo el que se usaba para crear movilizaciones y bloques de afecto o rechazo según la parte de Europa que trataras: en la parte occidental se usaba el anticomunismo como idea aglutinadora del bloque capitalista y atlantista frente al monstruo rojo que había que derribar para extender las veleidades de la democracia liberal, el libre mercado y los derechos humanos hacia aquellos pueblos que tenía sometidos con las más horripilantes herramientas de control. En cambio, en la parte oriental, era la ideología cohesionadora –además de objetivo común– del bloque socialista frente al explotador mundo burgués que debía ser arrasado por la doctrina marxista-leninista y, con ello, desarrollar el avance hacia la plenitud de los pueblos oprimidos para hacer girar la rueda de la Historia. En el caso de este periodo, se trataba de una cuestión de balance geopolítico donde los dos colosos se disputaban la hegemonía sobre el globo –ambas eran ideologías de extensión universal– en el Tercer Mundo hasta que de facto solo quedara uno; como se vio en 1991 donde la URSS cayó por diferentes motivos, entre ellos la fatal gestión de Jruschov, la Perestroika de Gorbachov y el colaboracionismo de Boris Yeltsin con el presidente estadounidense Bill Clinton y los economistas neoliberales Jeffrey Sachs y Andrei Shleifer, junto con el jurista Jonathan Hay.
Historia a parte, el concepto de soberanía fue utilizado por Podemos (Izquierda Indefinida Fundamentalista) a modo de significante flotante, según los preceptos de su referente postmarxista Ernesto Laclau. Es decir, término a disputar y no a definir. Lo que llevó a una noción simplona y maniquea de soberanía como la puesta en marcha del ejercicio de derechos democráticos parciales y totales. Para Podemos, hacer un referéndum sobre educación, sanidad o incluso la secesión de Cataluña, forma parte de la soberanía. Aunque dichos referéndums pongan en grave peligro a España como nación política unitaria de cara al interior y sobre todo exterior, pues a nivel macroeconómico y geopolítico beneficiaría a potencias con un cinturón industrial y grueso económico suficientemente fuerte como para que su fuerza a ejercer sobre nuestra patria española sea más efectiva al ser ejecutada contra una nación que ha perdido un casi 20 % del PIB. Podemos tuvo –y tiene– una postura patriota-secesionista, a nivel teórico y práctico, para barrer hacia casa al electorado de los partidos separatistas y a la vez construir un discurso que englobara a todos los españoles a los que les vendía un falso ‘‘nuevo proyecto de país’’ que es, ni más ni menos, una España federal mediante el fundamentalismo democrático. Visión heredada de las influencias de Ludolfo Paramio en Pablo Iglesias y una concepción indigenista de España.
El partido del momento, Vox(Derecha liberal neoconservadora), también ha utilizado el concepto de soberanía con un maniqueísmo similar. Para la facción verde la soberanía es centralizar algunas competencias, defender la bandera española y apenas lijar la Constitución del 78 para que la monarquía parlamentaria siga vigente, aun con su inutilidad. Soberanía como defensa de la España de siempre, pero añadiendo ‘reformas’ en el sistema de pensiones llevándolo en transición hacia un sistema mixto de capitalización y reparto junto con incremento de los años de cotización; venta al sector privado de empresas públicas que sean deficitarias (la excusa de siempre del neoliberalismo para empequeñecer y hacer desaparecer el sector público); reducir a 20 días la indemnización por despido; implementación del cheque escolar (idea ya propuesta por la cabeza de la Escuela de Chicago, Milton Friedman, que era el maestro de los Chicago Boys, quienes desarrollaron el programa económico El Ladrillo de la dictadura chilena de Pinochet, que llevó a la total privatización del país), apoyo a la política exterior estadounidense, pertenencia a la OTAN y a la UE.
La soberanía, sin ambages, es el derecho y deber del Estado –como institución política– a ejercer su poder sobre su territorio nacional para configurar sus instituciones en función de las necesidades de su pueblo a todos los niveles y evitar, por ejemplo, la fragmentación de su territorio, que le llevaría a su debilitamiento como nación política – en nuestro caso, la española–. Derecho, además, a constituir y adoptar decisiones políticas fundamentales que lleven a la independencia nacional mediante la construcción y transformación de su tejido productivo y diplomático sin que organismos internacionales se interpongan ante ese desarrollo necesario señalando, por ejemplo, el Tratado de la Unión Europea. La existencia de un poder soberano que aúne los conceptos fuerza, mando, potestad, gobierno y autoridad. Poder para imponer el cumplimiento de su marco jurídico-político. Hablamos de una soberanía total que no nos ate a ese tipo de organismos que exigían una España con una economía altamente liberalizada, desindustrializada y débil como requisito para entrar en la, entonces, Comunidad Económica Europea (1986).
La soberanía, o es política y económica o es una soberanía incompleta y tibia que puede desembocar fácilmente en una anulación de ambas por fuerzas internas y externas que harán de la nación política aspirante un fracaso político que, por la fuerza de los hechos, deberá adherirse de nuevo al lado correcto del mundo: atlantismo, europeísmo y neoliberalismo.
Dentro de un mundo cada vez más globalizado, donde hay multinacionales con mucho más peso geopolítico que Estados enteros, ¿cómo se puede recuperar la soberanía nacional dentro de una aldea global cada vez más compleja? ¿Cómo se podría articular un bloque anti-hegemónico de Estados soberanos (multipolaridad contra unipolaridad)?
A ciencia cierta es complicado atajar ese problema con una solución efectiva que no acarree ningún tipo de desestabilización a nivel internacional. Al estar en un mundo cada vez más globalizado, las esferas políticas que creíamos concéntricas en nuestro espacio nacional han degenerado en agentes cada vez más internacionales cuya decisión que tomen con respecto a su nación política repercute también a otras y a sus respectivas empresas. Aun, cuando España es una región periférica no industrializada –especializada en el sector servicios para el veraneo de los europeos a los que les tenemos que hablar en un perfecto inglés– dentro de la Unión Europea, que nos limita todo radio de acción para hacer y deshacer en nuestro territorio sin posibilidad de buscar una alternativa dentro de la configuración geopolítica que se está gestando, para desarrollar una reindustrialización y un refuerzo de nuestro músculo económico que pueda suplir las grandes carencias que tenemos a nivel infraestructural y así construir un sector público más firme para proceder con un proceso de nacionalización de otros sectores.
El Mundo Unipolar, nacido tras la caída del gigante soviético, fue el punto de ‘no retorno’ celebrado por un iluso Fukuyama que se jactaba sentenciando el fin de la Historia. Es ahí donde nace el orden global establecido con su doctrina universal de los derechos humanos, la democracia occidental homologada de mercado pletórico, el imperialismo ‘humanitario’ y los centros de poder, principalmente EEUU. Estos centros usan, en el capitalismo global, –como apuntó el economista Samir Amin–, cinco monopolios: 1) monopolio tecnológico, 2) monopolio del control de los mercados financieros mundiales, 3) acceso monopolista de los recursos naturales del planeta, 4) monopolio de los medios de comunicación y 5) monopolio de las armas de destrucción masiva.
La única forma de tener posibilidad de construir una soberanía interna que se imponga al exterior –y ayudar o convencer a otros países que sigan el mismo camino– es integrándonos en el marco geopolítico soberano que está cogiendo cada vez más fuerza frente a la unipolaridad atlantista; el denominado Bloque Multipolar, representado por organismos como el BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) o el Movimiento de Países No Alineados, cuyo objetivo es rechazar las políticas que limiten la soberanía de los Estados y su derecho a la independencia política, no intervención en los asuntos internos de los países, solución de los conflictos sin hacer uso de la fuerza y la creación de diversos centros de poder. En resumen, la búsqueda de un orden internacional más equilibrado, cooperativo, heterogéneo y respetuoso con la soberanía de las diferentes naciones políticas (todas tienen derecho a desarrollarse en función de su interna dinámica) que anule el sistema estadounidense, unipolar y de la globalización capitalista.
Mientras esa integración llega –esperamos que pronto– solo nos queda luchar en diferentes frentes por su advenimiento en España para que nuestros compatriotas tomen conciencia de lo perjudicial que está siendo nuestra pertenencia al occidente capitalista que está cercenando todos nuestros derechos como trabajadores y miembros de una nación política con Estado e identidad propios. Es ahí donde entramos nosotros, para crear una hegemonía que influya en la sociedad que facilite este tipo de propuestas, además de combatir el pensamiento neoliberal y posmoderno imperante que está opacando realidades objetivas como la situación laboral cada vez más precaria de nuestro pueblo, al que hay que azuzar para que sea consciente de que su situación no es individual, sino general. Reconocemos dos planos de actuación:
En el plano internacional, para facilitar la llegada del debilitamiento del actual orden geopolítico, desde nuestros medios y radio de alcance, debemos tomar una posición clara: aquellos países que están construyendo su vía en constante rechazo del mundo anglosajón (impuesto por el mundo unipolar) y al margen de la política depredadora de EEUU, son aliados objetivos. Por lo tanto, no debemos caer en la visión propagandística que constantemente impacta en nuestro suelo sobre los países u organizaciones enemigos de los señores del orden internacional, para manipular la realidad y hacernos creer que son también nuestros enemigos al no situarse en el lado de los intereses occidentales y no compartir sistema político, según los preceptos del imperialismo norteamericano. Ejemplos claros como la Siria de Bashar al-Ássad, el Irán de Hasán Rohaní, la China de Xi Jinping, la Rusia de Putin o la Corea del Norte de Kim Jong Un. Para muchos, son sistemas criticables con sus errores y aciertos, pero en el mundo que se gesta son, repetimos, aliados objetivos de los que siempre se nos muestra, mediante los medios de comunicación, una imagen sesgada, falaz y torticera. Distorsión movida por intereses ideológicos y estratégicos del actual orden que quiere mantener su hegemonía sobre los países miembros. Como dato que demuestra la realidad de esta situación, solo diré que los autores de criminalizar las protestas en Francia de los chalecos amarillos, aplaudieron el bombardeo de Yugoslavia, contribuyeron a la invasión de Iraq, apoyaron la invasión de la Libia de Gadafi, alimentaron al Estado Islámico en Siria, los que se codean con los wahabitas de Arabia Saudí, apoyan al separatismo en Hong Kong y a las criminales guarimbas venezolanas…son los mismos que te dicen que los países arriba mencionados son los culpables de que en el mundo se violen los derechos humanos y sean nuestro objetivo para extender allí a golpe de bombas si es necesario, nuestro ‘‘ideal’’ modelo político.
En este contexto no caben las medias tintas propias de los poseedores de la ideología ‘‘ni-ni’’, que han destacado por su colaboracionismo indirecto con el atlantismo agresor por su no-posicionamiento ante los conflictos bélicos que han sido iniciados por potencias occidentales y que han acabado con países derrumbados y presidentes asesinados en nombre de la libertad. En las guerras yugoslavas coreaban ‘‘ni OTAN, ni Milosevic’’, en la guerra de Iraq repetían ‘‘ni Bush, ni Sadam’’, en la guerra de Libia ‘‘ni Gadafi, ni OTAN’’. Es una ideología causada por el alimento de propaganda imperialista y que aún persiste en la mente de muchas personas, inclusive aquellas que se dicen enemigas del neoliberalismo, que en la praxis actúan de todo lo contrario.
En el plano nacional, creemos que la participación en la lucha de clases (ideológica, política y económica) –que gesta el propio sistema capitalista– es decisiva para elevarnos como trabajadores a clase dominante e imponer las condiciones a la clase burguesa lacaya, sus jefes burócratas de Bruselas y la Patronal, y a ser posible, barrerlos de los ejes donde se encuentran. Porque esto es importante; la gran burguesía global y sus títeres han hecho creer que la lucha de clases es un capítulo ya cerrado de la Historia tras el advenimiento de la Paz Unipolar del fin del siglo XX, pero no es así. La lucha de clases es el resultado de las contradicciones de clase generadas por el modo de producción capitalista con su intrínseca relación social, que sigue vigente a día de hoy. El propio multimillonario, polémico dentro de su clase social, Warren Edward Buffet hizo una afirmación que causó revuelo en los diarios: ‘‘Hay una guerra de clases, de acuerdo, pero es la mía, la de los ricos, la que está haciendo esa guerra, y vamos ganando’’. Quien afirme que esta realidad no es tal, tan solo cumple con los preceptos ideológicos impuestos por la Derecha Socialdemócrata y corrientes ideológicamente indefinidas para acabar de una vez por todas con la conciencia precaria y de clase de los trabajadores para que sea sustituida por otras ‘‘preocupaciones’’ como el consumismo exacerbado o el conflicto entre movimientos sociales y culturales de minorías.
Una de las herramientas que creemos indispensable es el uso de los sindicatos como órganos de representación de intereses de los trabajadores frente a empresarios que pretenden aprovecharse de las necesidades de las capas más bajas de la sociedad, muy dados a saltarse a la torera los convenios colectivos o el simple Derecho Laboral, que gran parte de los trabajadores desconoce. España, en el curso 2015/2016, fue uno de los países con más casos de explotación laboral (situación generalizada en la idílica Europa) según la Agencia Europea de Derechos Fundamentales que señala las malas condiciones de los sectores agrícola, construcción y servicios. Los casos de explotación han incrementado desde entonces y se intentan normalizar esos métodos como siguiente paso a la bajada de derechos.
Están a la orden del día los despidos improcedentes, horas extras no pagadas, mensualidades salariales no pagadas, pagos del salario cada dos meses, accidentes laborales por falta de medios de seguridad, firma del finiquito como condición previa para firmar el contrato fraudulento de trabajo, contratos de dos meses de duración, Empresas de Trabajo Temporal.. y un largo etcétera.
Los más jóvenes estamos siendo objeto de la modelación del trabajador ideal, con nuevos modos de explotación como son los llamados ‘Riders’ –eufemismo de la prensa para tapar los atropellos laborales a los repartidores a domicilio en bicicleta– de Glovo, Deliveroo o Uber Eats, que ejercen de falsos autónomos con una ilusoria tendencia de ‘‘emprendimiento’’. Somos carne de cañón para la clase explotadora, que está creando una generación acostumbrada a los trabajos basura, con la vomitiva frase ‘‘es lo que hay, así es la vida’’ como consigna relajante que nos haga desechar la protesta, la huelga y la queja como opción para mejorar nuestras condiciones.
Es una cuestión organizativa que tenga a la vista lo nacional e internacional (que están profundamente imbricadas) para construir una base sólida de bastante alcance que aproveche las condiciones materiales para hacer hegemónica nuestra forma de pensamiento. Se trata de una lucha contra la ideología dominante.
El número 6 de la revista Vértice tiene un dossier titulado ‘‘El totalitarismo posmoderno: lo políticamente correcto y la criminalización de la crítica’’, ¿es el progresismo posmoderno una nueva forma de totalitarismo blando?
No solo es una forma del totalitarismo blando, sino que es el totalitarismo de las democracias burguesas avanzadas para evitar cualquier tipo de desviación política a la que ellos consideren un potencial peligro para el mantenimiento de sus estructuras y modos de poder. Muchos de nosotros pensamos que el siglo XXI es el siglo de las luchas individualistas del ‘Yo’ universal, que han sustituido a las luchas políticas en cuanto a dialéctica entre formas diferentes de concebir el Estado, la nación, la economía o la política. Estas nociones se dan por concluidas, pues están sometidas a la visión anglosajona del mundo, que es la predominante, representada por la globalización y su lengua vehicular, el inglés. Los conceptos que están en disputa –que creíamos ya definidos por la ciencia– son los relacionados con el sexo o el género, por ejemplo. Siendo sometidos, por imperativo ‘moral’, a la subjetividad del sujeto que crea necesario para sus sentimientos definirlos, para así modularlos para sí mismo en función de su bienestar psicosomático.
La democracia representativa o partitocrática –hegémonica, al ser la mejor herramienta que se adapta a los designios de la globalización capitalista neoliberal–, descansa en el individuo al que le atribuyen las características del sistema productivo capitalista: la competencia, el interés y la extensión del Yo puro (sujeto vacío al que el neoliberalismo le introduce el contenido que cumple con las exigencias de los actuales y nuevos mercados, pero mediante el Liberalismo Cultural hace creer a dicho sujeto que la modelación a la que quiere someterse es producto de sus percepciones y su deseos, originados de ese Yo puro que se tiene como eje primordial en la construcción de su individuo y no una construcción con fines mercantiles). Como podemos observar, al ser el individuo puro –sin más arraigo que la subjetividad que proyecte para sí mismo– el sujeto del neoliberalismo, debe tejer un sistema de gobierno adaptado a las exigencias que del individualismo emana: los partidos políticos del régimen burgués.
Como todo sistema, debe tener un modo de educación e incluso de limitación de libertades adaptado a sus exigencias y objetivos. Entramos de lleno en la dictadura posmoderna que se puede denominar como ‘la dictadura de los pequeños relatos’ enlazando con la teoría de la posmodernidad de Jean-François Lyotard. Es decir, la dictadura de aquellas minorías a las que siempre se les ha negado –o no han podido tener– la posibilidad de representar un papel hegemónico y protagonista en la Historia Universal. Estos son, por ejemplo, las lesbianas, negros, bisexuales, transexuales, individuos racializados o no binarios. Es un área muy difusa que se transforma con el cambio del tiempo, siguiendo la Ley Líquida (nada es fijo o sólido) que es la que marca el contenido y los aspectos del baúl de los pequeños relatos.
Este festival de la irracionalidad, el subjetivismo y los impulsos casi patológicos tiene su origen histórico en Mayo del 68 e ideológico, en la French Theory; representada por intelectuales como Michel Foucault, Jaques Derrida, Lacan y otros, que veían el aparato económico libertario yanqui un lugar ideal para el surgimiento de una política. Pues solo el capitalismo puede edificar la utopía mediante la seducción que provoca la suma de la intelligentsia de izquierda más la cultura pop. Todo este sustrato devino en nuevas formas de ideología donde las herramientas o elementos para la configuración y expresión de la política ya no son las instituciones, sino el área corporal del ser humano como ámbito de lucha enfocada al ámbito social, llamada por Foucault ‘‘Biopolítica’’. Las protestas o reivindicaciones de FEMEN y otras feministas de 3º ola son ejemplo de estos nuevos modos de expresión y actuación.
Son estos grupos, apoyados por grandes lobbys y financiación obscura, los que se están imponiendo al resto de la sociedad batallando desde las esferas sociales, políticas y educativas, siendo la Universidad (núcleo, por otro lado, del nacimiento de estas corrientes) su centro de operaciones más fuerte, en el que teje las formas y modos de extender sus postulados de psiquiátrico a todos los rincones. Y son la fuerza de choque del neoliberalismo y el capital dominante para, por un lado, abrir nuevos mercados mediante la creación de nuevas necesidades, y por otro, anular toda lucha política contra su sistema de producción dominante.
Como ya sabemos, el progresismo posmoderno es un acelerador del proceso globalizador, donde cualquier soberanía, frontera y cultura es un obstáculo, ¿qué papel tiene la Leyenda Negra dentro del discurso posmoderno? ¿Es la definición de España, como nación política sólida, un obstáculo para el mundo líquido posmoderno?
La Leyenda Negra cumple una función crucial dentro del relato posmoderno. Es la base sobre la que los militantes de la posmodernidad crean su discurso y sus argumentos contra la propia existencia de España. No olvidemos que dicha Leyenda es construida (y difundida por las imprentas protestantes) en la época de la dialéctica de imperios, allá por el S.XVI, donde España era la potencia hegemónica en todo el globo (Siglo de Oro) que había conseguido el prestigio de descubrir América y ubicarla en un mapa (a diferencia de los vikingos y otros pueblos que ahora les otorgan dicha hazaña para poner en cuestión todo lo relacionado con el Imperio Español y sus aspectos positivos). Una fabricación propagandística que engordaron países como Alemania, Países Bajos o Inglaterra para dibujar permanentemente una identidad negra de España que sirviera como cortina de humo eterna que tapase las verdaderas barbaridades (que no cesaron hasta el S. XX) cometidas por esas naciones hoy señaladas con vehemencia como modelos de “puntal del progreso europeo al que debemos aspirar para sacar a España del atraso”. También se usó para combatir al imperio español e intentar con ello aminorar su fuerza y que otro imperio le desbancara de su posición dominante.
Como dejó claro el filósofo y escritor Pedro Insua en su manual de combate “1492. España contra sus fantasmas” la Leyenda Negra se compone de cuatro pilares: al-Ándalus, Sefarad, la Inquisición y la conquista de América. Son los acontecimientos ennegrecidos que hacen que los españoles no asuman su Historia objetivamente y, a la vez, no se sientan parte de la nación española por motivos que atañan a esa vergüenza que nos han transmitido los fabricantes de la Leyenda, metiéndonos en un laberinto de espejos donde asimilamos una imagen de nosotros mismos proyectada por países centroeuropeos a través de su literatura, cine, teatro o tópicos muy interiorizados.
Esta arma propagandística, creada siglos atrás, se extendió tanto como elemento nocivo que aún se toma como una verdad incuestionable. En las propias aulas y libros de texto se ha asimilado como el relato real de nuestra Historia, cuando el mundo académico ha demostrado que era una burda farsa para desprestigiarnos como sociedad. España se niega a sí misma a través de la identidad negra que le han otorgado. Tanto es así que, políticamente, permite la existencia y representación de partidos separatistas en organismos públicos, incluyendo el Congreso de los Diputados. Unos partidos que – además de no reconocer la soberanía española– tienen como objetivo fragmentar España en tantos hechos diferenciales como haya en ella.
No es un secreto la anglofilia y germanofilia de estos movimientos separatistas que miraron a esas ‘civilizaciones’ como las ideales para contraponerlas al enemigo común: España. Los hermanos Arana crearon la Ikuriña copiando la Union Jack británica y cuando España perdió la guerra de Cuba frente a los norteamericanos, Sabino Arana felicitó al presidente Roosevelt por la mencionada hazaña. Otro ejemplo, esta vez del nacionalismo catalán, lo encontramos en Estat Catalá y en los hermanos Badia, con unas coincidencias claras con el NacionalSocialismo alemán a nivel ideológico y estético, copiando desde los uniformes hasta los carteles propagandísticos donde expresaban su repudia contra la inmigración –incrementada en los años 20– de españoles de toda la península en Cataluña, apareciendo el término ‘murciano’ con cognotación peyorativa, atribuyéndoles todos los males que padecía su ‘patria catalana’.
Estos partidos representan en estado puro la Idea alemana (romanticismo del S.XVIII) de Fichte del Estado de la Cultura, es decir, la cultura como sustancia de la nación étnica y como resultado del espíritu del pueblo (Volkgeist) es la que tiende a construir un Estado. La tesis de que por cada ‘cultura’ (mitificada) debe existir un Estado que la materialice institucionalmente por cuestiones lingüísticas y hasta biológicas, como la raza (pensamiento romanticista alemán, Völkisch, donde lo popular está mezclado con lo natural: pueblo y sangre). Añadiendo además la contraposición típica de Europa (moderna, avanzada, evolucionada) a España (negra, atrasada, supersticiosa) para aspirar a una Europa sublime donde el centro de poder esté en Alemania. Lo que nos recuerda a cierto Reich de los años treinta.
No es de extrañar, puesto que un destacado ideólogo del NacionalSocialismo alemán como Alfred Rosemberg, en su libro “El mito del siglo XX” ataca la raíz católica de España como núcleo de su subdesarrollo y degeneración como ‘nación europea’ que está atrasada por culpa de su catolicismo, el cual contiene elementos que lo identifican con la “mentalidad judía”, como el universalismo. Por supuesto, no falta en dicho ensayo negrolegendario las alabanzas a la Reforma Luterana que, según él, significó el alzamiento de la libertad germánica y de su vida racial frente a Roma. Acusa a España de ser el país menos protestante de Europa por estar dominado por los designios del papado romano. Europeísmo, leyenda negra, anticatolicismo, etc. La hispanofobia no es un hecho casual, sino plenamente ideológico.
Estos son los precedentes de los que se nutren de esa Leyenda Negra para crear un relato sobre la Historia de España tan fantasioso que deja a Tolkien a la altura del betún. Es el relato de que España es lo que se impuso en 1492 a una sociedad inclusiva, feminista, abierta en una arcadia feliz como era la creada por el “al-Ándalus de las tres culturas”. Es decir, ganó el nacionalcatolicismo –como diría el negrolegendario Goytisolo– al mundo árabe para extender una religión atrasada al resto de la península a través de lo que sería Castilla, quien blandió la espada del imperialismo para colonizar el resto de “naciones” (sin especificar el tipo) habidas en este solar ibérico. La existencia de la nación española es un cuento del españolismo católico que nos llevó al completo atraso con respecto al resto de Europa. ¿Quién puede creer semejante majadería carente de base documental? Pues resulta que es el relato –desgraciadamente– dominante en nuestra generación gracias a una educación lacaya del mundo anglosajón y que pretende mantener a la sociedad en un aura de inferioridad.
Las izquierdas, ya sean definidas o indefinidas políticamente, son las promotoras y las difusoras del relato arriba explicado, pero le añaden componentes que se entrecruzan en el tiempo cayendo en un oxímoron, una ucronía y un anacronismo fulgurante. Su concepción de España es tan hispanófoba y está tan mal construida que afirman y niegan su existencia en el mismo discurso. Depende mucho de cómo salga España a la palestra; si es para enarbolarla como autora de un pasado oscuro, entonces sí, España es una nación genocida; en cambio, si es para reconocer un aspecto positivo, ahí España no existe. Va y vuelve en el imaginario según conviene.
Su apoyo al metafísico “derecho de los pueblos a la autodeterminación” para las naciones étnicas de España (Europa Occidental), algo ya criticado por el propio Vladimir Lenin (éste solo pedía el derecho de autodeterminación para colonias de Europa Oriental con la excepción en occidente de Irlanda, que sí había sido una colonia británica); parten de premisas totalmente fantasiosas que son la antítesis de la transformación histórica de España desde su núcleo de nación histórica en el año 722 hasta su formación como nación política consolidada en 1812 y las posteriores revoluciones burguesas que dieron paso al modo de producción capitalista. Hasta el propio Karl Marx, partiendo del materialismo histórico, afirma que España es una realidad en varios artículos que nos dedicó, recopilados en libros como “España revolucionaria” y “Escritos sobre España” (este último incluye artículos de Engels).
Ese “derecho” que tanto piden las izquierdas es el que aplicó EEUU para fragmentar el Imperio Austro-Húngaro tras el fin de la Primera Guerra Mundial. También lo aplicaron para balcanizar Yugoslavia gracias a la democracia balística de la OTAN en los años 90. Uno de los objetivos de EEUU, Israel, Arabia Saudí y Qatar en Siria era trocearla en diferentes Estados teocráticos que aminoraran su influencia en la zona y barrieran al nacionalismo árabe laico como gran enemigo de las potencias occidentales y sus aliados. En China, muchos ciudadanos de Hong Kong también pidieron la independencia a base de desórdenes públicos y enfrentamientos con las autoridades chinas. Por supuesto, cuentan con el respaldo de los yanquis y Gran Bretaña para debilitar a ese gigante asiático que está siendo el gran competidor económico del mundo Occidental. En nuestro suelo también tenemos este problema, pero a diferencia de Xi Jinping –que está aplicando mano de hierro para solventarlo–, nosotros tenemos unas instituciones y unos organismos que lo llevan nutriendo desde el establecimiento del régimen del 78.
A esos movimientos nacionalistas fraccionarios, si tuviéramos que ubicarlos políticamente, sería en la Derecha Nacionalista (extravagante), pero como bien dijo Gustavo Bueno, es “una derecha disuelta en la izquierda”, como la izquierda abertzale. Sirven a las élites y burguesías de las regiones periféricas que aspiran a crear su propio neofeudo y paraíso fiscal donde el Estado Central no pueda inmiscuirse en los asuntos privados de esas zonas.
Los pueblos no pueden en la actualidad autodeterminarse, es una aspiración tan ridícula como idealista. En todo caso, está la heterodeterminación, que es otorgada por la Comunidad Internacional a través de organismos como la ONU, para determinar que un territorio o pueblo concreto es un Estado con soberanía propia. Generalmente son los países más potentes o los que tienen una gran riqueza –aunque su Estado no sea un ente suficientemente desarrollado– los que heterodeterminan, para nutrir esa Comunidad Internacional, que está compuesta por 54 países occidentales para globalizar sus opiniones y decisiones para con el mundo, sin contar con los 139 países restantes.
Las derechas ponen su grano de arena para que España sea un concepto a combatir, pues tienen el monopolio de la idea de España, aunque bastante diferente del que defendemos. Ellos conciben a España dentro de la Constitución Española, y ven su realidad limitada a la existencia de dicho documento jurídico-legal, pero es una contradicción que les ubica cerca del nacionalismo fraccionario. Esa misma Constitución, en su artículo 2, reconoce que España es una unidad, indivisible indisoluble y patria común de todos los españoles; pero le sigue la siguiente contradicción a lo anteriormente redactado: “reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las NACIONALIDADES y regiones que la integran y la solidaridad entre todas ellas”. ¿Qué nacionalidad puede atribuirse España a sí misma si no es la ESPAÑOLA a nivel total? Es evidente que desde la propia constitución se reconoce a regiones como Galicia, Cataluña o Vascongadas naciones étnicas diferentes que se encuentran dentro de la soberanía española por un hecho “solidario” y no como partes de la misma en todo su conjunto histórico, político y territorial. Estas derechas afirman que España existe porque hay una Constitución que así lo prueba, aunque como hemos comentado, niega su existencia como unidad total y envolvente. En ese mismo papel mojado de 1978 podemos encontrar artículos que podrían permitir la ampliación de competencias de las Comunidades Autónomas (concepto orteguiano), lo que significa que todo quedó atado y bien atado para que España marche hacia un modelo territorial federal.
La figura del Rey es la de un Jefe de Estado que no ha sido votado por el pueblo y que fue metido con calzador en esa Constitución que nadie ha vuelto a votar desde que salió a la luz, ¿dónde queda la tan aclamada democracia de la que todo el pueblo español goza con total lluvia de privilegios, libertades y demás zarandajas, según estos golpeadores de pecho propio? Queda como un regalo y verdadero privilegio para los que pretenden romper España, tanto a izquierdas y derechas, entre los que se ha vuelto muy notorio el debate sobre la articulación federal –propia de la Izquierda Socialdemócrata alemana de Bernstein y la Izquierda Anarquista de Proudhon– de España (un deseo húmedo de la burocracia europea para nuestra patria) como la mejor forma de resolver la cuestión territorial y aplacar la rebeldía de las “nacionalidades” supuestamente existentes dentro de nuestra nación política. Federalismo como un criptoseparatismo que pretende blanquear el proyecto de balcanización de nuestro solar ibérico y convertirlo en un títere más débil de la Unión Europea y el dominio yanqui. No se puede federar lo que está previamente unido, como es España, que es una nación política de Estado unitario; a no ser que tu pretensión parta de un total desconocimiento de la Historia de España y tengas muy interiorizado una concepción negrolegendaria de la misma. Ojalá una federación, pero con Portugal, que en este caso sí tendría sentido.
Este cúmulo de ideas y contradicciones tan metidas en la superestructura de nuestra patria y en sus abortos políticos, vienen ni más ni menos que del Congreso por la Libertad de la Cultura; institución de carácter abiertamente anticomunista, fundada en los años 50 por la CIA en Berlín cuya sede fue ubicada en París con más de una treintena de delegaciones. Contaba con la financiación de la Fundación Ford y algún que otro banco aquí conocido, junto con la permisividad del régimen franquista al que el mundo occidental, –a pesar de no ser un sistema político con una democracia homologada– veía como un buen aliado frente al comunismo soviético. Su fin era actuar en el marco cultural y propagandístico en el viejo continente para la configuración de unos Estados Unidos de Europa que pusiera freno a la supuesta invasión que iba a protagonizar la URSS en el occidente capitalista. La idea del federalismo y “nación de naciones” en España fue inoculada precisamente por los EEUU a través de este organismo, que dio pie a que fuera pionero en sacar a la luz los debates sobre la supuesta “plurinacionalidad” de nuestro país. No sorprende tampoco el apoyo de la Iglesia Católica a esta iniciativa; la cual veía con buenos ojos por resultarle beneficiosa para bloquear un posible avance del socialismo realmente existente que le había acarreado grandes problemas en una guerra civil española que aún humeaba .En este asunto colaboraron intelectuales destacados de las más variadas ideologías (trotskistas, liberales, socialdemócratas o exfalangistas), teniendo como nexo de unión el anticomunismo: Julián Gorkin, Salvador de Madariaga, José Luis Sampedro, Julián Marías, Pedro Laín Entralgo, Julio Caro Baroja, Ignacio Iglesias o Dionisio Ridruejo. En 1967 pasó a llamarse Asociación Internacional por la Libertad de la Cultura. Por conocimiento o por desconocimiento (muchos de ellos apuntan a esto último, por lo que disolvieron la AILC en 1979), el caso es que fueron el ariete de la causa anticomunista norteamericana y, para más inri, en contra de su propia nación política. El anticomunismo, como se vio también con la Red Gladio, es un arma de doble filo que casi siempre suele beneficiar al capital dominante por cuestiones que atañan a la hegemonía ideológica, política y económica.
Tenemos que decir que tanto en las izquierdas como en la derecha poseen un relato tan contradictorio que cae en conceptos sumidos en el mito, como el concepto nación, que no es unívoco, sino que tiene diferentes acepciones como nación histórica, nación étnica, nación canónica, nación fraccionaria (sucedánea de la canónica) y la nación política. España es una realidad histórica políticamente constituida con un poder soberano que brota de la reunión y participación de todas sus partes (región, municipio, persona) y goza de reconocimiento internacional (heterodeterminación) para poder formar parte de tratados internacionales. España no es un proyecto sugestivo de vida en común, como afirmaba Ortega y Gasset haciendo uso de su común idealismo alemán (inspirándose en el austromarxismo de Otto Bauer), sino una nación que se puede definir perfectamente mediante la aplicación del materialismo y las diferentes categorías para comprobar la solidez de su existencia real, más allá de concepciones metafísicas, propias de los nacionalismos fraccionarios y el de una derecha “alternativa” –que se disfraza de radical cuando a efectos prácticos demuestra ser socialdemócrata– que cree que España es fruto de su propio mito, de ángeles, dioses, demonios y demás conceptos teológicos que no tienen cabida a la hora de establecer un análisis serio de la cuestión.
Como entrante para abrir boca, diremos que el carácter de nuestro Imperio era de corte Generador/Integrador, pues se replicaba a sí mismo (Universidades, ciudades, bibliotecas, templos, editoriales o administraciones civiles) en los lugares que conquistaba y construyó esas instituciones también en los territorios de ultramar (era un imperio que desbordó los límites peninsulares). Además, integraba los habitantes de los territorios conquistados a las capas imperiales otorgándoles el reconocimiento y sus derechos como español, tal y como tenían los habitantes de la España peninsular, es decir: hombres libres (identidad universalista). Aquí no importaba la mezcla racial entre, por ejemplo, indígenas y españoles o viceversa. También fue el promotor de crear las condiciones precisas para la transformación de sus Virreinatos o Provincias (no colonias) en Repúblicas Constitucionales. Por lo tanto, la concepción de la identidad de la Hispanidad es horizontal (iguala en la condición de español en las sociedades). Imperio Español como impulsor del Gobierno Recto/Directo en contraposición a los gobiernos caracterizados por la despotikés cimentada en sus formas Torcidas e Indirectas de gobernanza materializadas en los Imperios Depredadores (Imperio Belga, Alemán, Británico..) cuya base bebe esencialmente del protestantismo y tiene como base una concepción vertical de la identidad (atribuye superioridades e inferioridades a las sociedades que maneja: autóctono o esclavo. Guiándose incluso por el color de la piel y otras características biológicas). Además, concebían las tierras que conquistaban exclusivamente como lugares de extracción de recursos para la metrópoli donde usaban a la población autóctona como mano de obra barata o directamente la borraban del mapa. Ejemplos se depredación de estos imperios los tenemos hasta el S.XX, como el genocidio congoleño a manos del rey Leopoldo II de Bélgica o los zoológicos de congoleños para que los belgas observasen a estas personas como si fueran animales. También tenemos la limpieza étnica en Australia protagonizada por Gran Bretaña o su horrorosa hazaña con el opio en China y el genocidio del pueblo indio de Bengala. Las masacres de indios en el norte de América también a manos inglesas. Y así podríamos seguir con un sinfín de ejemplos que han quedado detrás de la pantalla de humo de la Leyenda Negra, a pesar de ser más recientes que la desaparición de al-Ándalus o la conquista de América.
Para transmitir al pueblo español una idea de sí mismo, libre de acicate negrolegendario, primero deberíamos empezar por nuestro entorno personal como primera praxis. La formación en este caso es crucial, ya que tenemos que interiorizar el contenido necesario para poder desmembrar quirúrgicamente los diferentes tópicos sobre nuestra historia, pegados como lapas en la mente de muchas personas. Como modo para llegar a más personas está el frente cultural, y si se puede materializar en asociaciones que organicen conferencias o en un plató de televisión, los efectos serán más contundentes y la provocación de curiosidad en otras personas se puede convertir perfectamente en una “malaria” de la verdad que corroa a toda una sociedad. Esto no es ningún invento, personas como Maria Elvira Roca Barea, Iván Vélez, Pedro Insua, Alberto G. Ibáñez o Javier Santamarta del Pozo, han conseguido que haya debate sobre la cuestión de la Leyenda Negra y su completa falsedad.
El derrumbe de esta cuestión, –que es peor que el Mundo en la espalda de Atlas–, nos puede abrir muchísimas salidas de cara al plano internacional, como la construcción de lo que denominamos Comunidad Panibérica de Naciones (CPN) cuya extensión abarca todos los continentes. La base de la CPN debe ser la cohesión en unidad, como núcleo, de la Hispanidad (España) y la Lusitanidad (Portugal), atendiendo a los lazos que unen a ambas patrias y concepciones de carácter universal que, tanto para un país como para otro, son pilares básicos de su identidad. Lo que conlleva la organización en una plataforma de cooperación política y económica como la que pretendemos, es la unidad de todas las naciones políticas y territorios conformados tanto por la Lusitanidad como por la Hispanidad, sin poner por encima a los núcleos de donde parten dichas concepciones filosófico-identitarias, es decir, España y Portugal. Queremos una simetría en igualdad de condiciones, desechando cualquier tipo de papel dominante de las antiguas “metrópolis” sobre sus antiguos virreinatos/provincias/colonias.
Muchas gracias por el tiempo dedicado para responder a nuestras preguntas, ¿quieres añadir algo más?
Gracias a vosotros por conceder a la Comunidad Política Vértice esta entrevista en un espacio de expresión donde poder exponer todas nuestras reflexiones, opiniones y perspectivas. Hace falta más iniciativas de este tipo que hagan pensar para poder materializar el pensamiento crítico frente a la ideología dominante, que no olvidemos, es la ideología de la clase dominante.